jueves, 29 de mayo de 2008

Cuestión de fe

La confianza en el entrenador es una cuestión poco tratada y que, para desgracia de muchos -entre los que inevitablemente me tengo que incluir- puede suponer el fracaso por parte del tándem entrenador-opositor.

Siempre me ha llamado la atención el grado de sumisión que profesan muchos deportistas hacia sus entrenadores. Gente que sigue a pies juntillas las directrices que les marcan. Algo lógico y normal que en ciertos casos llega, en mi opinión, al fanatismo, convirtiéndose en una cuestión de fe (como muy bien ha definido la opositora que me ha sugerido este tema -Gracias).

Esto se ve, por ejemplo, cuando la tutela va más allá de lo deportivo o profesional y transciende a la esfera privada y personal o también cuando detrás de ese entrenador, en vez de un servicio o ayuda al entrenado, existe una estorsión o chantaje emocional que persigue únicamente colmar el utilitarismo que del deportista u opositor hace ese entrenador (económico o meritocrático).

No voy a entrar en la consideración de que existen personas sádicas y otras sumisas, o personas más dependientes de otras con egos superlativos que están por encima de los demás. Lo que realmente me alarma es que mucha gente no es crítica con lo que hace y, en vez de preguntar y entender porqué se hacen las cosas, se limita a obedecer y ejecutar sin más. El riesgo de esta actitud está en que se presupone una profesionalidad en la actuación del entrenador que, si no es tal, no ayuda en nada a perfeccionar el proceso y asumir errores que debieran ser corregidos. Estos errores muchas veces tienen que ver con la gestión de la carga de entrenamiento y su relación con la aparición de lesiones que pudieren llegar a crónicas.

Una cosa es la confianza y otra cosa la sumisión. Para que exista un clima de confianza, pero sin ausencia de crítica, es necesario la asunción de una madurez por ambas partes que no siempre es posible. En este sentido, la experiencia me sugiere que:


  • La administración de la dosis de ejercicio (que puede llegar a influir en el comportamiento como una droga), convierte al entrenador en un hábil "camello" que puede jugar con la voluntad del "yonki" al que entrena.
  • Desde un punto de vista psicológico, el propiciar castigos físicos (a través de entrenamientos muy duros), acaba creando un "Síndrome de Estocolmo" en el agradecido opositor que acaba debiéndole la vida a su entrenador. Es lo mismo que ocurre con las mujeres maltratadas que acaban justificando a sus maltratadores cuando ya no tienen autoestima.
  • Hay entrenadores que son unos auténticos ególatras manipuladores que necesitan la dependencia y admiración de sus acólitos.

He visto esto mil y una veces y cada vez estoy más convencido de que lo realmente necesario e interesante es el concebir el entrenamiento como lo que es, un proceso pedagógico y no un régimen militar.

viernes, 16 de mayo de 2008

El estado de "forma"

El estado de forma -estado de gracia, que llaman muchos- es el momento de la preparación en que las capacidades y aptitudes para el rendimiento pueden ser manifestadas en su mayor expresión o nivel.

Esto implica que hay un periodo de construcción o desarrollo de la forma, que es más largo cuanto mayor se espera que sea el nivel alcanzado, un periodo de mantenimiento que, por definición, no se puede prolongar mucho en el tiempo, y un periodo de pérdida o caída que inevitablemente la persigue.

Es muy interesante comprobar que, a todo aquel que no ha estado vinculado a un proceso deportivo, le cuesta entender el último estado de pérdida de forma. Para muchos de los opositores, el hecho de estancarse o perder rendimiento en una prueba les supone muchas veces un trauma que, si conociesen que biológicamente es inevitable, les ahorraría muchos conflictos y desánimos.

Es más, el momento de la pérdida de la forma es la única forma de volver a empezar para que el siguiente estado de forma sea todavía mayor. Es como coger carrerilla hacia atrás para saltar más lejos...

jueves, 8 de mayo de 2008

Test

Los test han de ser válidos. Es decir, que la información que nos aporten sea la que estamos buscando. Como se dice desde siempre, un test ha de medir lo que dice medir.

Para que esto sea cierto, tienen que cumplirse una serie de condiciones. La primera tiene que ver con la validez en sí misma. Esto significa que el test ha de ser lo más específio posible. De nada me vale medir la fuerza explosiva de las piernas con un lanzamiento si lo que me piden en la oposición es un salto. Sobre esto, el test ha de ser o la propia prueba o alguna que se le parezca todo lo posible.

La otra condición tiene que ver con la fiabilidad. Esto se refiere a que el mismo test, independientemente de las condiciones que le rodean, ha de ser consistente, estable. Me explico. La forma en que se realiza o explica, quién lo valora, el material o las condiciones ambientales (temperatura, humedad, etc.), son factores a tener en cuenta, pero lo más importante es que el opositor a valorar conozca y esté familiarizado con el test. En caso contrario, lo único que mediríamos entre intentos es su capacidad de aprendizaje de la prueba.

Es muy frecuente que, por no estandarizar las condiciones de medición, muchas veces se interprete mal la información que los tests nos proporcionan. Por lo menos, que no os pase como en aquel gimnasio en que los discos pesaban menos de lo que marcaban y todos los que allí entrenaban "eran unos fenómenos".